Hoy, al volver
a casa desde una de esas residencias donde se libra una de las batallas más
importante contra el COVID-19, he sentido la necesidad de coger la pluma para
rendir homenaje a las “Heroínas” de esta guerra. Hay dos cosas que diferencian
está Gran Guerra del siglo XXI con las del siglo XX, que la mayoría del ejército
que libra la batalla en primera línea son mujeres y que casi todas las víctimas
son civiles y precisamente los más frágiles, aquellos a los que más obligados
estamos de proteger.
Como todo niño
de la generación de los baby boomers me eduqué con una autentica sobredosis de
hazañas bélicas. En esas películas militaristas podíamos comprobar que el valor
y la heroicidad era una cualidad testosterónica solo al alcance de los galanes
americanos con sus uniformes y su bandera de barras y estrellas. Cada día
cuando las cámaras enfocan a las ocho de la tarde las puertas de nuestros
hospitales vemos, lo que ya sabíamos, las profesiones sanitarias se han
feminizado de forma llamativa. Esta mañana de jueves santo de 2020 miré a mi
alrededor y vi a dos internistas y dos médicas de familia que pasaban sala
conjuntamente, dos epidemiólogas que acompañaban a la enfermera del Centro de
Salud revisando los circuitos de protección de los pacientes, en las plantas
las auxiliares y las enfermeras se desplegaban impartiendo cuidados. Todas
hacía gala de un inigualable entusiasmo. Era evidente que estaban allí orgullosas
de estar dando lo mejor de sí mismas en esta batalla. Detrás de todo aquello había algo que no sabía
describir. Intentaba descubrir que era
cuando de repente se me vino a la cabeza una palabra, “Sororidad”, ese
sentimiento que describe la complicidad de las mujeres cuando trabajan conjuntamente.
Siempre he
sido un firme defensor de los principios del profesionalismo como código ético
que transciende el vínculo laboral, pero en esta ocasión el espíritu que veo en
las mujeres y los hombres que me rodean supera estos límites. Veo en mis compañeras un
espíritu de entrega que nunca antes había visto. Los mensajes de ánimo y los
emoticonos de lucha que circulan por los wasaps de los equipos son algo
desconocido hasta ahora. La situación no es fácil. Cuando rascas un poco
descubres que detrás de esa camaradería y ese entusiasmo subyacen fuertes
tensiones. Veo a esa compañera que sabe
que con su enfermedad está especialmente expuesta, a esa madre que ha tenido que
marcharse de casa porque vive una situación de riesgo y busca como apañársela
para estar cerca de sus cuatro hijos, a esa otra que supera el miedo a poder
llevar el virus a sus pequeños o a la que cuida a su madre anciana muy frágil. Con
frecuencia olvidamos el esfuerzo de superación que hay detrás de cada una de
estas mujeres que dan un paso al frente. Esta energía es la que ha cambiado
nuestra sociedad. No se trata de una implicación emocional, sino el coraje
profesional de quienes, tras años de formación y compromiso quieren hacer
efectivo el derecho de nuestros mayores a una Sanidad Publica de excelencia.
Por primera
vez quienes estamos librando esta batalla sentimos el calor del reconocimiento
de toda la sociedad. Sin embargo, esta mirada y este reconocimiento se centra
demasiado en los hospitales. Las cámaras ignoran el inmenso papel que está
haciendo la Atención Primaria conteniendo la epidemia donde tiene que estar, en
casa. Muy pocos caen en la cuenta de que sin el trabajo de los médicos y
enfermeras de familia el sistema sanitario habría colapsado completamente hace
tiempo. Junto a estos profesionales de la Atención Primaria los grandes
olvidados son las trabajadoras de las residencias. Muchas de estas mujeres,
desde que se ha puesto el foco en las residencias, en lugar de sentirse
respaldadas se sientes acusadas y acosadas trabajando en un entorno de
desconfianza.
La mirada a
las residencias debiera ir más allá de la crónica negra que enumera las bajas. Rápidamente
los justicieros buscan culpables y todo el acento se pone en la exigencia de
responsabilidades. Es inevitable tener presente que detrás del mundo de las
residencias conviven intereses y emociones muy complejas. Es un territorio donde existen fuertes
intereses comerciales de potentes fondos y corporaciones junto a instituciones
que históricamente han sabido canalizar el espíritu solidario de nuestro pueblo.
Pero, por encima de ello es un medio en
el que trabajan personas con un inmenso espíritu compasivo.
Estos días he
podido descubrir a la Directora de una residencia sentada en su despacho
escribiendo en el ordenador con el rostro lleno de lágrimas. He visto a una
médica que durante semanas había luchado sola y que al llegar la ayuda se ha permitido
el lujo de derrumbarse. He comprobado como al preguntarle a una enfermera en la
planta por como lo llevaba ponía una extraña mueca con los ojos humedecidos. Ellas
me han hecho ver que el trabajo de estas mujeres está siendo aún más duro que
el de los hospitales. El coronavirus tiene una dimensión especialmente
perversa, penetra y crece allí donde el contacto humano es más estrecho. Es
difícil encontrar un lugar en donde exista más estrecha convivencia que en las
residencias. La sonrisa rápidamente fue borrada por el recuerdo de las recientes
despedidas. La relación de estas enfermeras con nuestros mayores es de
auténtica intimidad. “Llevo diez años
conviviendo a diario con ellos” me dijo. La vida en las residencias tiene una
dinámica de familia en donde la sobrecarga emocional de estos días es
especialmente dolorosa. No son solo las
despedidas. La ética de las epidemias es una ética extremadamente compleja,
porque en ocasiones se ve obligada a sacrificar derechos inalienables. Todos
nos quedamos más tranquilos deportando a quienes se infectan en lugar de
abordar los problemas de fondo donde suceden. La convivencia con la despedida,
el aislamiento forzado, la contención obligada de unos seres queridos son
situaciones difíciles de sobrellevar que pone a prueba la entereza de quienes
tienen que tomar decisiones en el mundo real. Con frecuencia olvidamos que estos
problemas tienen que ser resueltos en el ámbito de la intimidad entre las
personas implicadas, protagonistas que no pueden ser ignorados, sus familias y los profesionales.
La manera de apoyarse
y querer participar en esta batalla de estos miles de mujeres de los hospitales,
de la Atención Primaria y de las residencias solo es comparable con la
camaradería de los soldados de una guerra. Sin embargo, a diferencia de esas
películas de guerra los valores que dominan en esta lucha no son la violencia,
la competitividad o la dominación. Estas “Heroínas” nos enseñan los valores que
tiene que perseguir la sociedad que salga de esta guerra: excelencia,
solidaridad, equidad, compasión, resiliencia y sororidad. Para surcar este camino
es necesario que no nos dejemos arrastrar por las soluciones de emergencia que
propician los guetos. Hemos de ser capaces de llevar los cuidados donde están
los que más lo necesitan.
Hermosa palabra, sororidad, que nos invita a reflexionar como, ante una crisis de esta envergadura, solo una actitud de apoyo y confianza mutua puede ayudarnos a remontar esta situación.
ResponderEliminarQue emoción tan grande es recibir un análisis que a la vez es científico y humano. Es bueno saber que ya se visibilizan las cualidades que emergen cuando se unen las mujeres en el trabajo, sobre todo en este trabajo de salvar vidas. Que enorme consuelo, gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias por esta reflexión tan necesaria en estos tiempos de mano de un profesional sobre la labor de estas Heroinas. Se me ha escapado alguna lágrima pues como antigua trabajadora en hospitales, hermana de una usuaria de residencia de mayores y amiga de sanitarias, conozco esa maravillosa labor realizada. Gracias de nuevo por hacerlo visible. Toda mi gratitud a ellas
ResponderEliminarEnhorabuena Manolo por el artículo tan real, estimulante y positivo. Este es el nuevo mundo que el coronavirus debe crear, no el del Congreso y las redes sociales. Muchas gracias por tu sincera contribución a este objetivo.
ResponderEliminarSon todos unos héroe y debemos estar con ellos y confiar en su profesionalidad.Muschas gracias por estar hay y cuidar d
ResponderEliminare nuestro familiares 😘😘😘
Gracias Manolo, porque has iniciado lo que debe ser el Futuro. un abrazo desde Huelva
ResponderEliminarYo también soy de esa generación, eres fantástico, tu artículo me ha encantado 🥰🥰🥰
ResponderEliminarTras el merecido aplauso a las heroínas, me viene a la cabeza la otra cara de la moneda, recordando sobre todo esas familias donde la sanitaria es ella.
ResponderEliminarEl cambio que ha incluido esa feminización en la sanidad, al hablar sobre todo de puestos directivos o de grado académico superior (en los más bajos, menos remunerados, menos valorados y de mas contacto con los pacientes, quien se lo ha currado han sido siempre ellas, en la sanidad y me atrevo a decir que donde miremos), se ha acompañado de otro fenómeno: la asunción por parte de los varones de nuevos roles de su masculinidad y paternidad, donde el trabajo doméstico (teletrabajo aparte) y la crianza de los hijos son tareas a las que hace tiempo que ya no pueden hacer ascos.
En esta batalla, con el confinamiento, alguien tiene que quedarse en casa mientras la sanitaria se va a la lucha. Y es una labor ingrata y olvidada, tanto como cuando era la mujer quedaba en casa mientras ellos se iban a pegar tiros en nombre de alguna bandera.
Muchas gracias por este gran gesto de admiracion y comprension. Fabuloso articulo D.Manuel.
ResponderEliminarSaludos. Directora de Residencia de Mayores
Pues yo siento lo que quires decir pero no puedo compartir ese lenguaje bélico. Y lo digo desde el cariño y la admiración por lo que estáis haciendo. Precisamente la palabra sororidad quiere reflejar los valores que nafa tienen que ver con la "lucha" sinocon la cooperación y la empatia y complicidad. Cuando usamos un lenguaje bélico en el inconsciente activamos una forma de ver el mundo, desde el ataque, lucha, vencer, matar... Y se activa el miedo, y hay un enemigo y buenos y malos. Esto no es una guerra, es una crisis. En las crisis hay que comprender la causa, aprender, gestionar, desarrollar, compartir y transformarse. No hay bandos, ni un enemigo, porque virus hay y habrán miles y no tienen intención de matarnos.. Hemos de conocerlos y neutralizar.... De verdad... Y desde la admiración, creo que hemos de mirar con otros ojos... Y la sororidad surge de ahí... Mirarnos desde el reconocimiento mutuo. Ánimo y gracias por vuestro trabajo
ResponderEliminarMe encanta, trabajo en atención primaria celadora conductora...a veces pienso que estoy haciendo un curso intensivo de sicología.
ResponderEliminarUn abrazo
Solo matizar mi primera frase que puede llevar a equivocos. Cuando digo que "siento lo que quieres decir" no es que lo lamente. Es justo al revés, que el sentimiento que percibo lo comparto... Sólo eso
ResponderEliminaruna reflexión hermosa y justa que nos acerca, con sororidad, s todas y a todos, dentro o fuera de hospitales y residencias, confinados todos. GRACIAS a la atención primaria, a las personas que cuidan y miman en las residencias. GRACIAS a usted por compartir su reflexión.
ResponderEliminarEstimado Manolo, a traves del whatsap de una compañera me ha llegado «Heroinas» Muchas gracias por tus atinadas reflexiones. Tuve la mala suerte de contagiarme y precisar asistencia en nuestro hospital de Virgen del Rocio. Estuve 10 dias en una de las plantas covid hssta que felizmente me dieron de alta. Me siento tan agradecido a esas «Heroinas», que tan bien has descrito, que me gustaría dejar mi testimonio. Efectivamente, nuestra excelente sanidad esta en manos femeninas. Y esto ha ocurrido lenta y progresivamente, no por consignas politicas de igualdad, sino por criterios de excelencia profesional.
ResponderEliminarPor mi habitacion 619/2, desfilaron decenas de personas, cada una con su cometido bien definido: personal de limpieza de la habitación, de aseo de los pacientes, de cocina, de retirada de material de desecho, auxiliares d e clinica, enfermeras, internistas, neumologos, medicos voluntarios para el covid, especislista de enfermedades infecciosas y seguro que me olvido de algun equipo mas. Por sus indumentarias de.proteccion EPI,gafas y mascarilla, todos me parecian iguales hasta que se identificaban y efectivamente predominaron las Heroinas sobre los Heroes en una proporcion aproximada de 10 a 2. No conocia el termino sororidad
pero sin duda esta muy bien aplicado porque pude percibir la empatia y la solidaridad de los diferentes equipos de «heroinas».
Un fuerte abrazo.
Bravo!
ResponderEliminarY gracias Manolo, Dr Ollero
Ubuntu es una filosofía sudafricana vinculada a la lealtad solidaridad, proviene de la lengua Zulú, puede traducirse como humanidad hacia otros, soy porque nosotros somos. Permítame y con todo respeto , resumir en esa bonita palabra Ubuntu, su reflexión tan hermosa y justa y nos ayude a no olvidarla. GRACIAS
ResponderEliminarExcelente. Me ha encantado como refleja toda la Situacion. Enhorabuena por el artículo
ResponderEliminarHe leído con auténtica emoción el artículo del Dr Ollero, todo en el refleja la dureza y al tiempo la solidaridad y el apoyo que desde las sanitarias se da hacia los enfermos, entre ellas mismas y como por primera vez la sociedad comprende y valora el trabajado abnegado e injustamente mal retribuido que tienes tantas y tantos profesionales de los diferentes estamentos de la sanidad pública que al final son quienes nos cuidan, salvan la vida o nos da un aliento y una compañía inestimable cuando esa vida no se puede salvar.
ResponderEliminarLa sociedad estaremos siempre en deuda con todos vosotros y vosotras, espero que, una vez pasada esta crisis, no se nos olvide.
Muchas gracias por su emocionado y emocionarte artículo.
Una descripción detallada y llena de razón en estas palabras llenas de sentido y sentimientos hacia un colectivo que poco a poco vamos reconociendo en su justa medida y no como hasta hace cuatro" días ostentaban futbolistas,famosos, tertulianos etc .... mi más sincero agradecimiento a todxs los que os dedicáis a los demás
ResponderEliminarMuy buen artículo, gracias por tu empatía.
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