Catalina Fernández es formadora del Aula de Cáncer de Mama y en cada uno de sus post nos regala un trocito de ella, de sus vivencias, de su experiencia en este proceso. En esta ocasión nos recuerda la importancia de compartir y de buscar momentos especiales con personas que te despierten la esperanza y la ilusión. Gracias Caty por ser Escuela de Pacientes.
Caty en muy buena compañía. |
Visitar
a los familiares enfermos siempre ha sido algo bueno y casi
obligatorio que hacer. Cuando me dieron el diagnóstico y me
programaron en 10 días la intervención quirúrgica, quise privar a
mi madre, de 88 años, de ese trago. Así que tampoco iba a informar
a todos mis familiares para que pudiera enterarse por alguno de
ellos. Además, no me apetecía compartir momentos tan dolorosos con
un montón de personas que querrían visitarme más o menos
inmediatamente.
Después
de la operación había hablado por teléfono con mi madre y tres
días después, fui a su casa y se lo conté. No quería hacerlo por
teléfono para estar presente y que no imaginara cosas que no eran
verdad.
A
partir de ese momento, ya podía enterarse la familia, que es muy
grande. Tuve muchos primos para jugar cuando era pequeña. Las niñas
en particular nos juntábamos con nuestras muñecas y pasábamos
entretenidas largos ratos muy agradables.
Una
de mis primas más cercanas me llamó quejándose de que no le
hubiera dicho nada con la relación tan estrecha que habíamos tenido
de niñas, pero eso no impidió que volviéramos a sentirnos cercanas
y que deseáramos vernos. Le conté porqué. Me dijo que no se
acordaba ya de dónde estaba mi casa y como otras primas también me
habían llamado, propuse que nos viéramos todas en una cafetería y
echáramos un buen rato. Le pareció buena idea y se comprometió a
organizarlo.
Hace
unos días llegó el momento...
Después de haberlo retrasado por unas
razones u otras, quedamos en una tetería muy coqueta que no conocía.
Me llamó la atención que casi todas, llegando, antes de estar
juntas, dijeran con ilusión que tendríamos que volver a quedar otro
día: ¡estaban entusiasmadas!
Nos
juntamos nueve primas hermanas más la mujer de un primo, que tuvo
cáncer de mama hace 9 años, así que prima también. En su día yo
la apoyé como pude y cuando me ha tocado a mí, ella también ha
estado conmigo. Se sentó a mi lado y con todo el cariño del mundo
me preguntó cómo estaba. Rebosaba energía y vitalidad y sólo con
percibir eso ya me ayudaba a entender que también yo puedo estar
bien.
Hablamos
sobre todo de varios puntos negros en mi presente (el cansancio, la
dificultad para hacer ejercicio y el tamoxifeno), y me habló de su
experiencia. Llevaba muchos meses en un gimnasio, haciendo ejercicio
regular, había consultado con una fisioterapeuta que también la
había ayudado con flores de Bach y había adoptado una alimentación
saludable diaria que le permitía controlar el exceso de peso que
había conseguido con la medicación y la falta de ejercicio y de
atención a los alimentos que consumía. Ha logrado sobrellevar los
efectos secundarios del tamoxifeno (¡en su caso debe tomarlo durante
10 años, nada menos!), sobre todo la inestabilidad emocional, el
déficit de atención, el cansancio y los sofocos, y se muestra
madura y feliz.
Una
parte de nosotras pidió zumos naturales. Nunca había saboreado un
zumo de mango con fresas, que me pareció delicioso. Otras eligieron
batidos de chocolate y crepes muy azucarados. No quisimos azúcar
ninguna de las dos ni supuso ningún sacrificio: no necesitamos en
nuestro cuerpo alimentos que no nos aporten algo beneficioso.
Me
habían comprado entre todas una cesta de productos de perfumería:
entre risas me vinieron a decir que eran para que “me diera un
agüita”.
Más
allá de las bromas el regalo no sólo consistía en eso sino en una
reunión preciosa con el amor y el apoyo de todas, que habíamos
querido reunirnos porque sí después de un montón de años sin
apenas contacto, apelando a muchos momentos compartidos en la niñez
de las mujeres que somos hoy, todas maravillosas y con una historia
personal.
Hablamos
de los hijos, de alimentación, de ansiedades, de mascotas... al
final llegó uno de mis primos, el marido de mi amiga que tuvo
cáncer, espontáneo y encantador como siempre, a traernos a todas su
cariño, no quiso perderse el rato.
Un
regalo para mi alma de otras almas que, trascendiendo la obligación
de visitar al familiar enfermo, se despliegan mostrando chispas de
amor que nos llenan de felicidad a todos.
Por Caty Ferndández.
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